jueves, 30 de abril de 2009

Olvidos que recuerdo

Qué difícil es seguir el camino cuando los recuerdos acechan.

Si hay algo o alguien a quien no queda otra alternativa que olvidar, parece como que nuestra mente está aliada con el corazón y se empeña en hacernos sufrir por haberlo lastimado.

Entonces cuando intentamos olvidar lugares, olores, sensaciones…surgen, así porque sí…y los recuerdos estrujan el corazón.

La mejor opción debería ser quedarse sola, para olvidar tranquila, pero no siempre funciona. La soledad no suele ser buena consejera, y finalmente no logramos evitar hacer un llamado o enviar un mensaje que no deberíamos haber enviado.

Y a veces es casi imposible encontrar una salida. Probamos aturdiéndonos. Salimos todo el tiempo, noche, amigos, histeriqueo, castigamos el cuerpo con gym a full, nos vamos a la cama cuando ya estamos muertos de sueño, no vaya a ser cosa que la media cama vacía nos traiga malos recuerdos…y eso algo ayuda.

Pero lo peor de todo es tratar de olvidar a una persona en los brazos de otra. Por lo general provoca el efecto contrario. Y uno recuerda en el momento menos oportuno lo que debería haber olvidado hace rato. Y los brazos son otros, las curvas no siguen el camino al que las manos estaban acostumbradas, el ritmo cambia, los ojos se cierran y hasta se siente extraño el momento de volverlos a abrir…

Y la sensación de vacío que queda al otro día lo único que hace es acentuar la pérdida.

Pero no se puede contra los recuerdos. No existe una píldora para borrar los recuerdos no gratos y dejar los gratos. La mente tiene demasiados vericuetos como para engañarla tan fácilmente.

Afortunadamente, el tiempo es sabio. Y la memoria selectiva deja en nuestra mente lo que menos duele, aunque creo que jamás borra lo que sí nos gustaría borrar. Lo deja ahí, en algún rinconcito, esperando para salir, pero cada vez más dormido.

Y eso nos permite seguir adelante, aunque a veces tanto olvido nos haga volver sobre los mismos errores…

Y a veces simplemente, no queremos olvidar. Nos negamos a enterrar los recuerdos.

Y preferimos el dolor, antes de reconocer que se terminó…

No pierdo la esperanza de que pronto, alguien, o yo misma, encuentre el botoncito del format y lo apriete …

sábado, 25 de abril de 2009

Dolores repetidos

Tengo que ir al dentista. Me duele una muela. Hace rato, pero se que si voy, va derecho a la extracción. Y duele.

Pero después me acuerdo que quedarme así también duele, y si no hago nada va a seguir doliendo. En cambio si me la sacan, duele un poco, y después pasa, y todo está bien. Además ya pasé por esa experiencia. Entonces ya se que el dolor es fuerte, pero también se que pasa.

Distinto es la primera vez. Uno no sabe lo que le espera, entonces el dolor es desesperante y uno piensa que no va a terminar nunca.

Mientras lo pensaba, me acordé de los dolores de alma, que suelen ser peores que los de muela, porque arrancar algo del alma no es tan sencillo.

Pero en definitiva es más de lo mismo. Dolores que no se soportan, decisiones que se postergan, y al final, todo pasa.

La diferencia es que el agujerito que queda donde estuvo la muela no vuelve a doler nunca más, pero los huecos en el alma de amores fallidos, cada tanto se mandan un revival, que reaviva el dolor.

Aún así, deberíamos ser más arriesgados al momento de amar. Si sabemos que por más que algo falle, y tengamos que sufrir la pérdida del amor, el dolor siempre pasa. Peor y mucho más doloroso es negarse a amar porque puede doler. Es como negarse al dentista cuando la muela duele.

Pero el miedo nos puede. Y no debería. Ya sabemos lo que nos puede pasar. Y ya sabemos como se resuelve.

La otra opción es ir por la vida con el corazón enjaulado. Pero sería como andar por la vida sin dientes para que nunca duelan. Y nos perderíamos el placer de masticar una buena tira de asado…

Si pudiera conseguir un poquito de anestesia para el alma de modo que el dolor sea menor…no dudaría ni un minuto en seguir entregando mi alma sin medir las consecuencias…

sábado, 18 de abril de 2009

Felicidad quedate...no te vayas

Ya no puedo recordar cuantas veces tuve la felicidad en mis manos y la dejé escapar. O se me escapó. O en realidad creí que la tenía y no era así.

Tuve amores de aquellos que son tan grandes que no caben en tu alma, que desbordan, que logran que no haya nada que te borre la sonrisa, que me hacían responder “feliz!!” ante cada Como estas?. De aquellos que se notan, y la gente te pregunta, que te hiciste que estás tan linda?

Algunos que duran años y otros meses, pero que provocan el mismo efecto.

Tuve felicidad de la otra, de la que te provoca tal paz interior, que sentís que llegaste a donde siempre querías estar. Y te parece imposible que algo la altere.

Tuve momentos efímeros, de dicha plena, que casi casi recibían el título de Felicidad.

Pero los que fundamentalmente me están tocando vivir son aquellos momentos tan lindos que no dudo en que van a convertirse en felicidad…de esos que de a ratitos dan esa sensación…y uno piensa: estoy cerca! Este es el camino! Ahí está! La veo!...pero no. Se esconde, o era solo una sombra y me confundí.

Y esos ratitos de felicidad efímera son aún más dolorosos en el recuerdo cuando no llegaron a concretarse. O simplemente no perduraron en el tiempo.

Como fue que logré amar de tal manera que podía mirar hacia adelante y jurar a cualquiera que ESO era la felicidad eterna…y se esfumó?

Como confundí con felicidad aquello que solo llegaba a mi alma, pero en el alma del otro no había ni un resquicio?

Como es que no logro convertir momentos más que gratos en una felicidad duradera?

Será que hay algo de miedo a ser feliz? Obviamente que cuando uno llega al pico de la felicidad, la caída, que es indefectible a veces, duele más que si nos mantenemos en una meseta de buenos momentos…

Y como dijo Jacinto Benavente, en la vida, lo más triste no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo.

Por eso es que hoy, en este momento de mi vida, me toca estar triste…

domingo, 12 de abril de 2009

Terremotos

Soy una mezcla terrible de cabeza dura y Mujer Maravilla. Es decir, creo que todo lo puedo, y nadie me va a hacer cambiar de opinión al respecto.

Entonces voy por la vida buscando imposibles, absolutamente segura de que puedo convertir todo lo que toco en oro. Testaruda, Mujer Maravilla y Alquimista.

Si se trata de un desafío laboral, no paro hasta que todo sale como yo estaba segura que debía ser. Obviamente, pocas veces me lo agradecen, la mayor parte de las veces me quieren matar. Pero estoy segura de que tenía razón, y estoy segura de que si los demás hubiesen querido yo hubiese podido.

En el amor soy igual. Si estoy segura de que algo tiene futuro, si hay piel, si nos sentimos bien juntos, pongo todas las fichas en eso. Y no me importa que el otro no ponga nada. Yo creo que sola lo voy a hacer funcionar. Eso de tener en cuenta que si el otro no quiere nunca va a funcionar ni siquiera pasa por mi mente.

Y sigo construyendo piedra sobre piedra, a pesar de que todo se tambalee. Y el mundo se me mueve. Y todos ven que se está cayendo…menos yo.

Y ahí sigo, partiéndome el corazón, pero claro, como toda Mujer Maravilla, el escudito me protege, entonces sigo adelante convencida de que se va a resolver. Y aguanto engaños, arrepentimientos, idas y vueltas, acepto perdones, aplaudo cuando el otro reconoce que yo estaba en lo cierto…pero llega un momento que la mujer maravilla se cansa del papel, se saca el escudito, me abandona…y la próxima estocada me deja el cuore partido. Eso sí: la cabeza no, sigue dura.

Si tengo suerte, y la vida se apiada de mí, llega el momento en que me doy cuenta que no importa lo que haga, no lo voy a poder resolver. Que como decía un amigo, cuando uno no quiere, dos no pueden. Y aunque esté absolutamente convencida de que las cosas se podían resolver, que hacerlo funcionar hubiera sido lo mejor que nos podía pasar en la vida, y hasta podría recitar la fórmula para hacer que funcione, tengo que reconocer que lo único que puedo hacer es dar un paso al costado. Pero algo tiene de bueno: el dolor es mucho menor cuando uno sabe profundamente que hizo todo lo posible. Equivocada o no, si hay algo que sobró fue coraje.

Y cuando tomo valor y digo game over…ahí es cuando viene el terremoto. Así es como se destruyen las murallas, el futuro que tenía en mente, el convencimiento…se pierde todo, lo que estaba mal , pero también lo que estaba bien…y hasta mi cabeza tan dura se empieza a confundir…y aunque sé que va a pasar…duele. Duele en especial porque el terremoto no es selectivo. No destruye lo que sería necesario cambiar y deja en pie lo que estaba bien. Destruye todo…y lo que estaba firme y sólido, aunque no alcanzó para sostener al resto, no merecía terminar en ruinas…y eso es lo más difícil de aceptar.

Lo bueno de esto, es que los terremotos suelen ser tan fuertes, que no dejan ninguna base en pie. Y eso marca un nuevo comienzo, porque no se puede volver a construir usando las ruinas. Hay que conseguir ladrillos nuevos…

Y estoy segura que esos ladrillos también van a tener alguna rajadura de vez en cuando. Lo importante será que aprenda a escapar a tiempo, antes que la rajadura se transforme en un derrumbe…a ver si alguna vez, soy yo la que salgo ilesa.