miércoles, 5 de mayo de 2010

Vertigo

Estoy entendiendo que mi gusto por la velocidad no es solo cuando estoy a bordo de un auto potente y aprieto el acelerador.

Toda mi vida hice lo mismo en varios aspectos, el emocional incluido.

Si quiero algo, lo quiero ya. Obviamente, la mayor parte de las veces no tengo esa suerte, pero igualmente acelero lo suficiente para alcanzarlo...lo antes posible

Y así es como algunas veces me fue bien y alcancé algunas metas que ni hubiera imaginado en estos momentos de mi vida, y en otros casos, en especial en las relaciones de pareja, donde no dejé de darme golpes que no pudo parar ningún airbag, ni ABS, ni nada parecido.

Pero es inevitable para mí. Si veo que algo puede funcionar, acelero, acelero, acelero...para que esperar? La vida es tan corta, y tantas veces se encarga de recordármelo, que no quiero perder un minuto

Aunque rara vez el copiloto que me tocó en cuestión tenía la misma valentía.

Entonces yo aceleraba y a él le daba vértigo. O terminaba chocando, o cuando me daba cuenta, se había bajado a mitad de camino.

Entonces intenté tomarme las cosas con más calma. Ya tanto choque no podía ser ignorado, y no había amiga/o que no me mirara con pánico cuando me veía entusiasmarme al inicio de una relación. Y juro que lo intenté. 

Iba despacio, trataba de dejar fluir las cosas, no me comprometía...le daba tiempo al tiempo. Y hasta logré que me diera un poco de vértigo cuando el otro aceleraba.

Pero no hay caso. Ese tipo de relación me aburre. Es como tener una Ferrari e ir por el carril rápido de Panamericana a 60. Un desperdicio.

Por suerte, la vida se encargó de enseñarme que el secreto no estaba en dejar de acelerar, sino en encontrar el copiloto adecuado....y que lindo que es cuando la velocidad no da vértigo...