domingo, 6 de septiembre de 2009

Discapacidades

Supuestamente, parte de nuestra evolución como personas debería ser el superarnos, en todo sentido. Aprender más, ser más capaces. Más capaces de entender, más capaces de no equivocarnos, más capaces de progresar profesional y económicamente.

Eso es lo que la sociedad espera de nosotros. Y lo que aprendimos, como parte de nuestra superación, es que ese debería ser el foco de nuestra vida para lograr el éxito y la felicidad.

Y no importa cuánto progresemos en la vida, lo importante es que lo hagamos, en algún aspecto al menos.

Pero en esa vorágine de crecer, cada capacidad nueva que adquirimos, nos genera alguna discapacidad asociada.

Parece como si no pudiéramos con todo, a pesar de creer que sí, entonces cuanto más exigimos a nuestro cerebro más dormimos al alma.

Excepto esos seres superiores que ya nacen sabiendo hacer ambas cosas a la vez, la mayor parte de los mortales, no lo logramos.

Y ahí es cuando nuestro cerebro empieza a pesar tanto en nuestra toma de decisiones que dejamos de ser espontáneos. Todo genera un aluvión de pensamientos, análisis, especulaciones.

Dejamos de entregarnos. Perdemos la capacidad de amar sin condiciones. Sin pensar en el futuro. Sin planificar. Sin desconectar nuestro cerebro para dejar simplemente actuar al corazón como sabe hacerlo: inconscientemente.

Pasamos a ser personas absolutamente capaces a nivel profesional convertidas en incapaces emocionales.

La lucha que generamos entre el cerebro y el alma, la necesidad de no equivocarse, el hambre de éxito a todo nivel, la poca tolerancia al fracaso, nos provoca exactamente el efecto contrario: nos equivocamos, fracasamos, no podemos usar ni un poco de esa inteligencia para considerar que es también un acto de inteligencia saber apagar el cerebro a tiempo.

La parte positiva, es que las discapacidades se pueden mejorar. Y siempre es mejor reaccionar a tiempo para volver a encontrar esa capacidad de amar, que de hecho nos viene de fábrica, pero aprendemos a perderla ante el primer fracaso.

Lo que no podemos evitar es seguir cargando con una incapacidad.

Cuando siendo tan capaces para todo nos convertimos en incapaces de amar, generamos una burbuja alrededor nuestro para que todo lo demás lo tape y no se note.

Y el momento crucial en el cual pasamos de la discapacidad a la incapacidad, es cuando nos resignamos a dejar de amar…

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