lunes, 8 de febrero de 2010

Nada mas sexy

Lunes, 8:30 am. Panamericana atestada de vehículos. Accidente adelante. Circulamos a 20. Al lado mío, joven de unos 30 y cortos, ventanilla baja, rock a volumen considerable, cantando y haciendo ritmo en el volante.

Me enamoré.

Ni siquiera le vi la cara. Me enamoré de su felicidad. Y obviamente, aún a varios metros de distancia, me contagió.

Nada más cierto que el hecho de que la felicidad hace a las personas más hermosas.
Es como si desde la sonrisa se viera el alma, o sus ojos reflejaran dicha. Y lo bueno es que indefectiblemente contagia.

Es casi imposible estar al lado de alguien feliz, y no contagiarse. Hay que tener el alma muy oscura para resistirse.

Y si esa felicidad justamente parte de la persona que tenemos al lado, y sabemos que contribuimos a generarla, mejor aún.

Será simplemente así? Tan fácil? Encontrar a una persona feliz, compartirlo, y alimentar esa felicidad día a día? Será esa la fórmula del placer?

Muchas veces relacionamos la felicidad con una especie de sana ignorancia de la realidad. Y puede ser. Cuanto más pensante somos, más nos apesadumbramos por cosas que no tienen solución, porque no podemos aceptarlo, o porque simplemente nos creemos capaces de cambiarlo. Ahí es cuando ayuda esa sana ignorancia.

O quizá sea exactamente al revés. Que solo una inteligencia superior es capaz de abstraerse de lo malo y dejar solo lo que lo hace feliz, y lo más difícil, recrearlo y alimentarlo para que dure en el tiempo…

O tal vez ambos extremos sean los únicos capaces de ser simplemente felices.

Como sea, estoy convencida de que no podría compartir mi vida con alguien que no tiene la capacidad de ser feliz. O que, por el contrario, la tiene pero se empeña en no permitirse serlo.

Como siempre digo…no hay nada más sexy que un hombre feliz…

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