domingo, 31 de enero de 2010

Destino

A veces deberíamos desconectarnos por completo, entregarnos, y dejar que el destino decida. Sin condicionamientos, ni miedos, ni esperanzas.

En especial cuando llegamos al punto en que nos sentimos un corcho flotando en el mar. Cuando estamos agotados de nadar, muchas veces porque elegimos hacerlo contra la corriente. O porque tomamos el camino equivocado y nos toca remarlo.

Son esos momentos en los cuales decidimos que es mejor dejarnos llevar, y que el mar decida la dirección del corchito, porque cualquier cosa va a ser mejor que elegir nosotros. En especial cuando batimos el record de caminos equivocados.

Y no estaría mal hacerlo más seguido.

Admiro la gente que tiene tal fe en algo o alguien, llámese Dios, el Destino o lo que sea, que puede disfrutar de la vida considerando que cualquier cosa que le pase, buena o mala, es porque Dios o el Destino lo quiso.

Me sentiría tanto más liberada de responsabilidades si pudiera pensar que nada de lo que haga podría torcer mi destino. Podría equivocarme, intentar lo que sea, confiando en que algo o alguien va a enderezar el camino hacia donde debe ir.

Pero como dijo Giovanni Papini, “El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad “. Y el instinto a veces falla y la voluntad no alcanza.

Y ahí es cuando empezamos a querer manejar nuestra vida con una planilla de Excel, anotando variables y esperando que una fórmula nos dé la respuesta. Escondiendo emociones que no dejan razonar. Porque para elegir un camino es necesario analizar, pensar, elegir, evaluar variables…y hay muchas probabilidades de errar la elección. Pero muchas más si en todo ese lío dejamos que se meta el corazón.

Porque el camino para evitar el amor no correspondido, los desengaños amorosos, el dolor de ya no amar, el miedo a perder el amor que se tiene, la desilusión, no se decide racionalmente, ni siquiera se puede salir de él una vez que descubrimos que era el equivocado. A veces hay que transitarlo igual, hasta el final. O hasta algún cruce que nos permita decidir nuevamente.

Pero…si dejamos al destino actuar, confiando en que es Nuestro Destino, que va a actuar a nuestro favor…no será más efectivo? Al menos, seguramente, es más fácil…

El problema conmigo es que no puedo abandonar la planilla de Excel. Todo lo tengo que razonar. La culpa es de la facultad de ingeniería, me forjaron tanto el pensamiento analítico que no puedo dejar de usarlo aún en mi vida personal.

Y eso sumado a que soy cabeza dura, me resulta imposible dejar solito al destino. Quiero ser la arquitecta de mi propio destino. Pero me equivoqué de carrera. Y cada vez que lo construyo el cálculo de estructuras me falla y se me desploma.

Por ahora, voy a tener un poco más de fe, y creer que lo que dice Jean de la Fontaine: A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo

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