jueves, 21 de enero de 2010

Melodias

Qué triste me resulta escuchar alguna canción de amor y que por mi mente no pase ni una cara, ni un recuerdo, ni una sensación.

Es como estar anestesiado. Una peridural del lado del corazón donde se guarda el amor.

A veces preferiría sentir dolor. O querer llorar. O simplemente sonreír recordando ese momento en el que ese tema me hacia volar en sus brazos. Lo que sea. Pero no tener el alma insensible.

Siempre la música me genera sensaciones. Inclusive físicas. La música clásica me calma, o me acelera el corazón como si estuviera corriendo en una maratón. El rock me da energías, los ritmos centroamericanos literalmente me mueven las caderas como si fueran independientes de mí. El tango me da nostalgia y recuerdos de infancia. Y las canciones de amor traen el amor a mi mente. La tristeza de un amor no correspondido, el recuerdo de uno muy profundo, la nostalgia del que no está, la alegría por el que está naciendo, o la ansiedad por el que sé que algún día va a nacer.

Pero nunca me había pasado esto de no sentir nada. Pongo empeño en escuchar las letras, en encontrar algo para sentirme identificada, provoco al dolor, lo busco…pero no está. Solo acompaño la melodía, la canto…pero ninguna sensación aflora.

Seguramente los mecanismos de defensa de mi mente están anulando algún sentimiento que quiere aflorar.

A veces creo que mi mente es el ángel guardián de mi corazón, que lo cuida para que no se siga partiendo en mil pedazos.

Por eso sigo buscando canciones. Traduzco letras. Quiero encontrar aquella que le dé batalla a mi mente y libere a mi corazón enjaulado.

Después de todo, está tan acostumbrado a los chichones y las curitas, que ya estoy convencida de que es irrompible y no necesita ángel guardián.

Tendría que avisarle a mi mente que mi corazón ya está grande, que se puede cuidar solo.

Aunque no sea verdad…

No hay comentarios: