miércoles, 9 de mayo de 2012

A mi no me va a pasar

Parece que las cosas siempre le pasan al otro. No solo las malas, las buenas también.

Si veo que el vecino tiene tiempo para jugar al paddle los martes a las 3 de la tarde y yo no, digo: que suerte que tiene! Aunque probablemente eso implique que luego tenga que trabajar hasta las 11 de la noche, o que no llegue a fin de mes, pero a mí no me pasa. Yo los martes a las 3 estoy siempre en la oficina aunque tenga ganas de jugar al paddle.

Si alguien tiene la oportunidad de viajar a una ciudad soñada por trabajo, resulta que a mí no. Me tocan las aburridas, o siempre las mismas. Es así. Los destinos buenos le tocan al otro.

Pero para compensar, habitualmente las cosas malas, por suerte, también le pasan al otro. Los accidentes de tránsito son siempre por inconsciencia, yo manejo bien. A mí no me va a pasar.

Los trenes chocan, los colectivos atropellan…pero yo viajo en auto. A mí no me va a pasar.

Entonces llega el momento en que no podemos mantener tanta ceguera. Y parece que la vida se empeña en hacértelo entender. Por las buenas o por las malas.

Y cuando el becario que recién empieza a trabajar mira admirado mi calendario lleno de reuniones, y mi enésimo viaje programado a Panamá, me imagino que está pensando que las cosas buenas le pasan a otro…y ya no puedo no ver.

Pero lo peor es cuando las cosas malas ya no le pasan a gente lejana. Cuando te rozan, cuando ya no podés pensar “a mí no me va a pasar”.

En esos momentos, es cuando no te queda otra que aprender a mirar.

Aprender a ser feliz con lo que le pasa a uno, a abrazar cada momento en que la vida nos regala un atardecer, unas gotas de lluvia que te hacen correr como cuando eras chico o un sol radiante que te achicharraba de adolescente y ni lo sentías.

Aprender a entender que a mí también me puede pasar. Y que es parte de la vida.

Y que lo único importante, es que el balance sea siempre positivo. Y eso solo depende de que aprendamos a ser feliz con cada atardecer…

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