sábado, 5 de diciembre de 2009

Me había olvidado...

Es como nos decían de chicos: andar en bicicleta es algo de lo que nunca nos olvidamos. Pero en realidad, lo dejamos dormido en algún lado. La habilidad sigue existiendo, pero la falta de práctica nos pone más torpes al momento de sentarnos nuevamente en la bici, y hasta dejamos dormido el recuerdo de lo placentero que era.

Así como de vez en cuando despierto el recuerdo de la bici, y el cuerpo me recuerda la importancia de la práctica, hace unos días se me despertó por completo el recuerdo de las citas de adolescente.

Con toda la vorágine de los tiempos modernos, en los que todo es relaciones sin compromiso, sexo casual, inicio de una relación sin pensar a donde va a parar, me había olvidado de la sensación de una primera cita como las que teníamos a los 15 años.

Eso de sentarte frente a alguien sin esperar nada y descubrir que el tiempo se escurre en las miradas, que la conversación no termina nunca, que el decir chau nos cuesta tanto como cuando éramos chicos y decíamos “cortá vos”…”no, mejor vos primero…”

Y que no estábamos pensando si va a funcionar o no, ni siquiera pensamos si va a haber piel, si va a ser una aventura o el amor de nuestra vida. Es como en la adolescencia…en esos casos el cerebro sobra.

Me había olvidado lo que era que el mundo desapareciera por un beso, que un beso interminable, solo un beso, fuera suficiente para sentirse de 15 años nuevamente.

Me había olvidado lo que era esperar ansiosa una cita, estar distraída en el trabajo, imaginar el momento en el que las pieles se junten, y rogar que nada, ni un cumpleaños recordado a último momento lo arruine…

Ya no recordaba lo que era sentir en la primera cita, sin tocarnos ni una mano, una química increíble…y aún así pensar únicamente en seguir hablando horas y horas…y tener ganas de mandarle un sms a los 2 minutos de separarnos…

Pero es así…solo faltaba encontrar nuevamente la bicicleta y animarse a subirse y pedalear, solo para sentir el viento en la cara…

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