lunes, 22 de diciembre de 2008

A ciegas

Nunca tuve problemas con las citas a ciegas. Más allá de que sigo sin entender el mecanismo por el cual una persona llega a movilizarme o no en la primera cita, es muy interesante descubrir que más hay detrás de una conversación telefónica, o un par de charlas por msn.

Puede pasar que la magia se rompa. Y no pregunten porque. Pero ese sentirse cómodo con el otro nunca surge.

O puede ser que solo con verlo, la primera pregunta sea: donde estaba antes??

Y la primera reflexión que me surge es por qué somos a veces tan temerosos de conocer a alguien si en muchos casos, después de relaciones de años descubrimos que no conocemos a la persona que tenemos al lado.

Que nos hace conocer más o menos a alguien? Cuantas veces llegamos a tener una conexión increíble con alguien del que no sabemos ni el nombre de su madre? Y otro del que sabemos vida y obra no nos llega a movilizar nada…

Entonces quedo en una terrible encrucijada en la cual no sé si quiero preguntar y enterarme de algo que no quiero oír, o simplemente dejar pasar las cosas, y ver si el tiempo salda esos desconocimientos. Después de todo, si nunca terminamos de conocer al otro, porque no quedarnos con la persona tal como la vemos?

También es cierto que la persona que vemos al lado nuestro cuando nos enamoramos no es la que vamos a conocer un par de años después, cuando algunas vendas caen y nos enfrentamos a la realidad del héroe que no lo es tanto…y aunque algunas veces esa realidad nos enamora aun más, algunas otras es exactamente lo que nos hace desconocer el motivo de nuestro amor, y nos desenamoramos.

Saber o no saber. Esa es la cuestión.

Por primera vez, abogo por la sanidad de la ignorancia…

No hay comentarios: